miércoles, 21 de enero de 2009

De esperanzas mundiales.


O-ba-ma, O-ba-ma, ese era el grito de la gente en Washington, D.C. ayer y seguirá siendo el grito de la población mundial que todavía creemos en la posibilidad del triunfo del bien sobre el mal, de la tolerancia sobre la intolerancia y del amor sobre el miedo.

Este hombre, sencillo, valiente, carismático, tiene sobre sus hombros la carga más pesada que haya existido en la era moderna. Resolver la problemática que estamos viviendo no es tarea fácil pero podemos estar seguros que no va a quedar recurso sin utilizar para que ese milagro ocurra.

El mundo está expectante, lleno de esperanza, cierto de que ocurrirá ese cambio que nos lleve a la tan ansiada paz y todas esas esperanzas están puestas en él, en ese jóven audaz, lleno de fe en si mismo y en sus semejantes, en nosotros, en todos.

Dios lo guarde de sus enemigos y de los que puedan decirse sus amigos y empiecen a engañarlo, a decirle que es perfecto, que no se equivoca y, sobre todo, Dios lo guarde de si mismo, de creerse eso que le dicen y de envanecerse con el poder.

Estoy muy feliz de estar viviendo este momento histórico. Tuve la fortuna de presenciar el alunizaje, el dolor del asesinato de Kennedy, los fraudes electorales en Estados Unidos y en mi país, México pero creo que ésto de ahora, lo que vivimos ayer, sobrepasa a cualquier otro acontecimiento que me haya tocado presenciar.

¡Felicidades población de los Estados Unidos y del mundo!

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