lunes, 7 de junio de 2010

De ausencias.


Tres meses ya sin aparecer por estos lares, entre la preciosa nieta, el trabajo de la casa y las correcciones que llevo varios meses haciendo, no me doy a basto, se me acaban las horas sin que me dé cuenta. Pero hoy amanecí con deseos de comunicarme, así que aquí estoy para compartir algunas cosas, algo de lo que estoy corrigiendo, algunas fotos de mis nietas, Daniela y Renata, y algunos sentires personales.
Las palabras no nos dan tregua. ¡Qué brega la de las palabras! de día, de noche, en la vigilia o en el sueño, solas o en montón, a rejón y a lanza sobre nosotros, helas ahí hipertrofiadas con la sangre que les da uno a beber, raros animales de otra creación, disparates que robaron vida a las entrañas, pesadillas hechas de uno mismo, bocetos de otra fauna a lo Jerónimo Bosco. De tanto usarlas, las palabras se han robustecido adentro de uno; reclaman su autonomía; aspiran de pronto a vida propia. Son ya un organismo dentro del organismo, un cáncer psíquico cuyos síntomas no puede negar el escritor que le complacen: le hacen creer en la inspiración. De repente, en un claro de la conciencia, caen palabras como llovidas del cielo, y la emprenden a cuchichear a solas. A veces -y aquí está el peligro- determinan los actos del escritor.
Esto es algo de lo que estoy corrigiendo, por supuesto no las ideas, solamente la ortografía y el formato... Es de Don Alfonso Reyes. Y les comparto un poema, que en este momento no recuerdo de quién es pero que me gustó mucho.
Déjame acariciarte lentamente,

déjame lentamente comprobarte,
ver que eres de verdad, un continuarte
de ti misma a ti misma extensamente.

Onda tras onda irradian a tu frente
y mansamente, apenas sin rizarte,
rompen sus diez espumas al besarte
de tus pies en la playa adolescente.

Así te quiero, fluida y sucesiva,
manantial tú de ti, agua furtiva,
música para el tacto perezosa.

Así te quiero, en límites pequeños,
aquí y allá, fragmentos, lirio, rosa,
y tu unidad después, luz de mis sueños.
Voy a seguir compartiendo trozos de mi trabajo y les contaré también que mi vida se ha reducido a trabajar en la computadora y disfrutar a Daniela y a Renata; ¿pueden creer que también a sus papás? Nos seguimos viendo.